La publicación de la novela Pepita Jiménez de Juan Valera en 1874, ahora hace 150 años, cosechó un éxito extraordinario. Muy pronto se multiplicaron las ediciones y traducciones a diferentes idiomas. La obra fue profusamente reeditada durante largas décadas, alcanzando una enorme popularidad, aupada por las diferentes versiones teatrales, cinematográficas e incluso operísticas que se hicieron de la misma.
Paradójicamente, el éxito de esta publicación quizá haya contribuido a que el resto de las múltiples facetas intelectuales y políticas desarrollas por Juan Valera y Alcalá-Galiano (Cabra, 18 de octubre de 1824-Madrid, 18 de abril de 1905), en sus más de ochenta años de vida, quedasen en un segundo término para el gran público. Algo que sin embargo no ha sido así entre los investigadores, quienes no han dejado estudiar a este intelectual de amplísima envergadura.
Autor de ocho novelas terminadas y de varias más inconclusas, Juan Valera fue mucho más que un novelista. Así lo atestigua el número especial de la revista Andalucía en la Historia, que ha sido coordinado por el doctor en historia y escritor José Calvo Poyato. Con ocasión de la celebración del 200 aniversario del nacimiento de este intelectual universal, la revista ha reunido a ocho especialistas en la vida y la obra del polifacético pensador egabrense, en un número muy singular, ya a disposición de los lectores interesados en su edición en papel y digital de libre descarga.
La presentación ha tenido lugar hoy en el marco del Congreso Internacional sobre Juan Valera que se celebra en Cabra, su localidad natal, del 16 al 18 de octubre. En el acto han participado el alcalde Cabra, Fernando Priego Chacón; el delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Córdoba, Adolfo Molina Rascón; la concejala delegada de Cultura, Mª Sierra Sabariego Padillo; el director del Centro de Estudios Andaluces, Tristán Pertíñez Blasco, y el coordinador del dossier.
Especial sobre Juan Valera
El primero de los artículos de este monográfico lo firma el embajador Juan Leña Casas que presenta a Juan Valera como un diplomático notable, que sumó cincuenta años de servicio en diez grandes destinos -de Nápoles a San Petersburgo, pasando por Washington, Río de Janeiro y Viena-, labor que se refleja en su aguda visión del mundo que le tocó vivir. Fue, asimismo, tal como recoge el profesor de la Universidad de Córdoba Blas Sánchez Dueñas, uno de los mayores polígrafos españoles, como demuestran los millares de cartas que escribió y en las que, con una prosa de alta calidad, volcó todas sus intensas preocupaciones políticas, sociales e intelectuales, participando, como no podría ser de otro modo, en asuntos candentes de su época como el trágico desenlace de la guerra de Cuba y la pérdida de peso internacional de España hundida en la crisis finisecular.
Juan Valera fue también un hombre de acción y trató de desarrollar una compleja carrera política. Fue ésta una tarea difícil, ya que le tocó vivir unas décadas, las de la Restauración canovista, marcadas por el caciquismo y en las que imperaba la conocida como ley del turrón, palabra con la que en la época se hacía referencia - tanto en la prensa como en diversos sectores críticos- “a la tupida red de favores y prebendas repartidos por los personajes influyentes entre interesados, paniaguados y amigos”, en palabras de José María Garrido Ortega, encargado en este monográfico de estudiar la vertiente política del escritor.
Su obra literaria, sus personajes y ediciones, son analizados en este monográfico por Remedios Sánchez García, catedrática de la Universidad de Granada. Por su parte, el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Manuel Moreno Alonso, recorre su enorme y poco divulgada labor historiográfica como responsable de la continuación de la famosa Historia General de España de Modesto Lafuente que éste dejó inconclusa. Asimismo, la profesora Fátima Rueda Giráldez, de la Universidad Hispalense, se adentra en otras de sus facetas menos conocida, la de traductor, crítico literario y defensor de los clásicos.
Capítulo aparte merece el artículo de Miguel Forcada Serrano, director del Museo Adolfo Lozano Sidro, quien recupera las ilustraciones realizadas por el pintor preguense Lozano Sidro, tan bellas como llenas de contenido etnográfico, para la edición más singular de Pepita Jiménez fechada en 1924. Por último, Antonio Ramón Jiménez Montes, desde la Fundación Aguilar y Eslava, se adentra en la magnífica biblioteca del escritor, donada al Instituto Colegio de Cabra que en la actualidad forman parte del fondo Valera de la biblioteca Histórica Aguilar y Eslava.
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