11 oct 2017

Casiodoro de Reina, autor de la primera traducción completa de la Biblia al castellano

El Centro de Estudios Andaluces publica en formato papel y en ebook la primera biografía extensa de este personaje tan universal como desconocido, artífice de la llamada “Biblia del Oso” (Basilea, 1659) dentro de la colección ‘Biografías AH’

Coincidiendo con el 500 aniversario del inicio de la Reforma protestante, la Fundación Centro de Estudios Andaluces publica la biografía de Casiodoro de Reina, autor de la primera traducción completa de la Biblia al castellano, conocida como la "Biblia del Oso" (Basilea, 1569). Escrita por Doris Moreno, profesora de Historia Moderna de la Universitat Autònoma de Barcelona, gran conocedora de la Inquisición Española, esta obra, tercer título de la colección ‘Biografías de Andalucía en la Historia', salda una deuda moral con este pensador extemeño-andaluz universal, ya que es la primera biografía extensa publicada en castellano de su fecunda y atribulada vida.

Perseguido por católicos y protestantes, Casiodoro de Reina (c. 1520-Frankfurt, 1594) fue un hombre de paz y tolerancia que pasó su vida cruzando fronteras religiosas, geográficas y culturales. Figura para entender las innovaciones, persecuciones, cesuras y censuras de la convulsa Europa del siglo XVI, ha permanecido oculta durante centurias a pesar de que su precisa y bella traducción de la Biblia, después revisada por Cipriano de Valera, sigue siendo la que manejan hoy día millones de protestantes hispanohablantes de todo el mundo.

El 31 de octubre de 1517, un desconocido monje agustino llamado Martín Lutero colgaba sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, en una acción que, a pesar de que inicialmente solo buscaba la discusión y promoción de la reforma de la Iglesia, acabó por convertirse en toda una escisión de la ‘republica christiana'.

Cuarenta años más tarde, en la floreciente y cosmopolita ciudad de Sevilla -la urbe que era "puerto y puerta de Indias" y cuyos más de 100.000 habitantes la convertían en una de las más populosas de la Europa moderna-  una docena de monjes jerónimos (también llamados isidros) escapaban in extremis del celo inquisitorial huyendo del cercano monasterio de San Isidoro del Campo (ubicado en el municipio de Santiponce) rumbo a la Ginebra de Calvino para no regresar jamás. Uno de ellos era Casiodoro de Reina. Arrancaba así uno de los episodios vitales más fascinantes y duros del Quinientos.

Los monjes consiguieron salvar sus vidas, pero no se libraron de ser "relajados en estatua" (su efigie fue quemada por estar huidos) en alguno de los cuatro autos de fe que se sucedieron en la ciudad hispalense entre 1559 y 1562, en los que murieron en la hoguera 47 personas (entre ellas varias mujeres). Muchos de los 166 procesados en este capítulo negro de la historia de Andalucía pertenecían a las mismas redes familiares, eran conversos y/o formaban parte de la Iglesia, bien como monjes, bien como clérigos seculares pertenecientes a la catedral.

Uno de los que huyó de San Isidoro del Campo fue Casiodoro de Reina, quien, a sus 37 años y acompañado de sus padres y hermana, inició un largo y accidentado exilio por ciudades como Ginebra, Londres, Amberes, Basilea, Estrasburgo, Heidelberg y Frankfurt. Con este deambular salvó su vida, pero no se libró de las persecuciones en ninguna de las ciudades en las que vivió, acosado tanto por el Santo Oficio, como por la ultraortodoxia de calvinistas y luteranos.

Casiodoro fue acusado de heterodoxia, de profesar el antitrinitarismo (la doctrina de Servet), e incluso de sodomía. Para los católicos fue un hereje, para los calvinistas un tibio próximo al luteranismo,  para los luteranos un blando próximo al calvinismo. Ser un hombre de paz en una Europa inmersa en una espiral de violencia política y religiosa le pasó terribles facturas. Porque Casiodoro de Reina siempre se alineó con todos los que creían que ideas y doctrinas no se podían imponer por la fuerza. Se contó entre los escasos miembros de esa tercera vía que, en la efervescencia de esa Europa protestante de la segunda mitad del siglo XVI, "buscó infructuosamente vías pacíficas de consenso y unidad".

¿Qué ocurrió en esa Sevilla del XVI en la que se había formado intelectual y piadosamente Casiodoro de Reina para que, como escribió el gran historiador andaluz Antonio Domínguez Ortiz, los monjes de San Isidoro del Campo se convirtiesen en "la única comunidad española que ingresó en masa en un movimiento que, solo con reservas, podemos llamar protestante"? La historiadora Doris Moreno explica con detalle en este volumen las coordenadas que posibilitaron que la ciudad hispalense se convirtiera en un foco de reflexión humanista y espiritual en la que se difundió la predicación en varios grupos, conocidos como "la iglesia chiquitita": recepción de libros prohibidos desde Europa, amplia difusión del erasmismo, la predicación de Rodrigo Valer, Juan Gil (el doctor Egidio) y Constantino de la Fuente, arraigo del alumbradismo, etc.

Nada más salir de Sevilla, Casiodoro de Reina comenzó su empeño de traducir la Biblia al castellano, tarea que le llevó doce años de su vida. Primero puso destino a Ginebra, donde tuvo la oportunidad de leer los trabajos en pos de la tolerancia de Sebastián Castellio. Sin embargo, tras poco más de doce meses en suelo ginebrino, Casiodoro y gran parte de la comunidad protestante de ascendencia española e italiana, se trasladaron a Londres a raíz de su enfrentamiento con el intransigente Calvino. La ciudad del Támesis tampoco fue un destino duradero ya que, proscrito por el monarca Felipe II que puso precio a su cabeza y envió tras él a su extensa red de espías, y por los calvinistas franceses y holandeses asentados en la ciudad fue denunciado, obligándole a emprender un largo periplo por distintas ciudades europeas, junto a su mujer e hijos.

En Heidelberg  se publicaba en 1567 la obra Artes de la Inquisición Española, libelo firmado con el pseudónimo de Reginaldo González Montano, bajo el que parece esconderse la autoría de Casiodoro de Reina y de su gran amigo, el  jerónimo de San Isidoro del Campo,  Antonio del Corro. El panfleto, surgido del entorno de estos españoles exiliados, sacudió el mundo protestante. La obra, que rápidamente se reeditó y tradujo a varios idiomas, era un duro alegato contra el Santo Oficio, pues narraba los implacables procedimientos inquisitoriales seguidos en los trágicos sucesos de Sevilla acaecidos entre 1557 y 1562.

 

Biblia del Oso

La traducción de los textos sagrados a las lenguas vulgares era una labor prohibida expresamente por el Concilio de Trento, por lo que realizarla únicamente fue posible enfrentándose a enormes dificultades. A pesar de ello, sólo dos años después de la publicación del best-seller Artes de la Inquisición Española, que tanto daño había hecho a la imagen de la Monarquía Hispánica (de hecho se convirtió en uno de los pilares sobre los que se edificó la Leyenda Negra), el impresor Thomas Guarin editaba 2.600 ejemplares de la primera traducción completa de la Biblia al español, por Casiodoro de Reina, trabajo que se completaba con la inclusión de notas marginales y resúmenes de lectura para facilitar la comprensión del texto. En palabras de Doris Moreno, el objetivo de este trabajo para Casiorodo no era otro que "poner la Biblia al alcance de sus compatriotas para liberarlos de la tiranía y las tinieblas de una Iglesia católica romana y corrupta y redescubrir el auténtico sentido de la piedad cristiana".

Conocida como la "Biblia del Oso", debido al grabado del plantígrado que aparece en su portada (interpretado bien como una marca de imprenta, bien como un diseño cargado de simbolismo), los pastores ginebrinos, dejando a un lado la mala opinión que tenían de Casiodoro de Reina, dieron su aprobación al texto en 1571, el mismo año en el que el Consejo de la Inquisición ordenaba la recogida de todos los ejemplares de esta edición de la Biblia en romance. Para burlar la citada prohibición, se cambiaron las portadas de muchos de los volúmenes.

Elegante y muy bien escrita todavía hoy en uso por la comunidad protestante, la traducción ha cosechado innumerables elogios hasta de sus detractores. Sirvan como ejemplo las palabras de Menéndez Pelayo, quien en su afamada Historia de los heterodoxos españoles, la calificaba como "hecha con esmero". Por su parte, Antonio Muñoz Molina escribía en 2014: "Casiodoro de Reina escribe en un castellano prodigioso que está en el punto intermedio entre Fernando de Rojas y Cervantes, con una efervescencia expresiva que solo tiene comparación con santa Teresa, san Juan de la Cruz y fray Luis de León".

Esta biografía recorre toda la vida de este andaluz-extremeño universal, una trayectoria vital que se rigió por dos pasiones: su inquebrantable voluntad de traducir la Biblia y su vocación pastoral, sin eludir un cierto compromiso político con el calvinismo internacional hasta ahora poco explorado. Ambas pasiones le supusieron pasar buena parte de su vida huyendo. "Si se hubiera quedado en España hubiera ardido en la hoguera en aquel auto de fe de 1562. Y si los esbirros de Felipe II lo hubieran localizado y apresado, también. En territorio protestante su vida no corrió peligro desde este punto de vista. Pero los ortodoxos de uno y otro lado le hicieron la vida muy difícil e hicieron todo lo posible para alejarlo del púlpito, lugar desde el que podía influir y hacer sentir su voz. En resumidas cuentas, también intentaron quemarlo pero en una hoguera de silencio", concluye Doris Moreno.

 Doris  Moreno

Es profesora de Historia Moderna de la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha investigado y publicado libros y numerosos artículos sobre la Inquisición española, la Compañía de Jesús y el apasionante mundo de los heterodoxos españoles de la época moderna, de los protestantes a las brujas, pasando por los fenómenos de profecía y misticismo. Planea sobre todas estas temáticas un intenso interés por el estudio de la frontera entre ortodoxia y heterodoxia y entre tolerancia e intolerancia, su teorización y sus prácticas. Entre sus libros destacan: La invención de la Inquisición (Madrid, 2004) o Inquisición. Historia crítica (con R. García Cárcel, Madrid, 2000).

La colección Biografías AH      

 El Centro de Estudios Andaluces edita desde el año 2003 la revista de divulgación histórica ‘Andalucía en la Historia'. Escrita por historiadores y con 57 números en la calle, su combinación de rigor, estilo accesible y buena factura gráfica ha convertido a esta publicación en un referente para las personas interesadas en conocer la historia de nuestra tierra. Siguiendo este mismo esquema de dar a conocer al gran público las investigaciones que están realizando los historiadores andaluces, la Fundación impulsó la colección ‘Biografías de Andalucía en la Historia, que tiene como objetivo recuperar la biografía de aquellos personajes relevantes de nuestro pasado, cuya historia ha quedado a menudo relegada a un segundo plano, y alumbra el contexto histórico de cambio social en el que les tocó vivir. 

El primer título de la colección fue Beatriz Pacheco y la Andalucía de los Reyes Católicos, firmado por el medievalista Juan Luis Carriazo Rubio. Esta obra recupera la biografía de Beatriz Pacheco (m. s. XV-Carmona 1511), "la triste duquesa". Hija del todopoderoso Juan Pacheco, estuvo a punto de convertirse en la mujer de Fernando el Católico. Finalmente, se casó con Rodrigo Ponce de León, conde de Arcos de la Frontera y marqués de Cádiz, convirtiéndose en una pieza clave para reforzar la Casa de los Ponce de León frente a la de Medina Sidonia. Durante veinte años Beatriz desempeñó las funciones propias de la esposa de un gran señor, pero tras enviudar, en agosto de 1492, se vio obligada a asumir responsabilidades de gobierno.

 

José Isidoro Morales, de Andalucía a París. La vida del padre de la libertad de imprenta, firmada por el profesor de Historia Moderna de la Universidad de Huelva Manuel José de Lara Ródenas, es el segundo título de esta colección. Tres veces maldito, José Isidoro Morales (Huelva, 1758-París, 1818) fue uno de los ilustrados más destacados de la España que alumbró el liberalismo. Primero patriota y después afrancesado, su decisión de permanecer en la Sevilla napoleónica en 1808 en lugar de marchar a Cádiz junto al resto de la Junta Central, lo condenó a la periferia de la historia. Ni su papel de padre de la libertad de imprenta, ni sus avances matemáticos, ni siquiera su firme defensa de que el progreso del país sólo llegaría tras una reforma de la educación nacional, pudieron romper el estigma que desde entonces ha pesado sobre él.

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