28 nov 2016

El Centro de Estudios Andaluces rescata la biografía del onubense José Isidoro Morales, padre de la libertad de imprenta

El historiador Manuel José de Lara Ródenas glosa la vida y la obra de este intelectual ilustrado del ochocientos proscrito por la historia por su condición de afrancesado

José Isidoro Morales (Huelva, 1758-París, 1818) fue uno de los ilustrados más destacados de la España que alumbró el liberalismo. Primero patriota y después afrancesado, su decisión de permanecer en la Sevilla napoleónica en 1808 en lugar de marchar a Cádiz junto al resto de la Junta Central lo condenó a la periferia de la historia. Ni su papel de padre de la libertad de imprenta, ni sus avances matemáticos, ni siquiera su firme defensa de que el progreso del país sólo llegaría de la mano de una reforma de la educación nacional, han podido romper el estigma que ha pesado sobre él.

El volumen ‘José Isidoro Morales. De Andalucía a París: la vida del padre de la libertad de imprenta', firmado por el profesor Manuel José de Lara Ródenas y editado por el Centro de Estudios Andaluces como segundo volumen de la Colección de Biografías Andalucía en la Historia (AH), rescata por fin la apasionante historia de este intelectual del ochocientos que merece ocupar un lugar destacado en la historia del pensamiento español por sus contribuciones al avance de la ciencia matemática y la estadística, su defensa de la pedagogía ilustrada y de un nuevo método científico, así como por su decisiva contribución al establecimiento de la libertad de imprenta en los inicios del liberalismo político español.

Morales gozó en Sevilla y Madrid de la protección de la corte de Carlos IV, se relacionó con los primeros nombres de la Ilustración española - Jovellanos, Alberto Lista, Blanco White, Miñano, Reinoso y Mendoza Ríos -, participó en el diseño de la libertad de imprenta en España y publicó una obra pedagógica y matemática que ocupó un lugar significativo en el marco intelectual europeo de fines del siglo XVIII y que obtuvo una amplia difusión en círculos científicos.

La derrota de Napoleón, a quien apoyó sin fisuras, lo convirtió en un proscrito. Su trayectoria quedó cubierta con una losa de infamia, primero, y de olvido, después. En poco más de unos meses, el que fuera considerado padre de la libertad de imprenta pasó a ser uno de los personajes más vilipendiados de la España napoleónica, echando por la borda el prestigio académico y social atesorado durante décadas. 

José Isidoro Morales se convirtió en triplemente maldito: primero para los monárquicos, al convertirse a la causa del liberalismo; después para los patriotas, quienes se cebaron con él por afrancesado y traidor, tras su decisión de colaborar activamente con la causa josefina una vez tomada la ciudad de Sevilla por las tropas napoleónicas; y por último, para los franceses durante su exilio, ya que la restauración de Luis XVIII convirtió a los refugiados españoles en sospechosos por bonapartistas, motivo por el que Morales acabaría sus días empobrecido y solo en una pequeña habitación de París.

Apuntes biográficos

Nacido en Huelva en el seno de una familia de comerciantes, José Isidoro Morales inició pronto su carrera eclesiástica y sus estudios de teología en la Universidad de Sevilla, donde se licenció y obtuvo el título de doctor, alcanzando el grado de diácono y, con posterioridad, de presbítero.

Muy pronto, fue consciente del atraso que atravesaba la universidad española y del anquilosamiento que suponía el pensamiento escolástico.  El año de la Revolución Francesa, Morales solicitó con éxito el ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y de la Real Sociedad Económica, lo que le abrió las puertas de los círculos ilustrados hispalenses. Ese mismo año se editaba en Madrid su revolucionario ‘Discurso sobre la educación', texto en el que instaba al Gobierno a una reforma de las instituciones educativas como instrumento necesario para la felicidad pública y el progreso de la nación y en el que denostaba la formación que había recibido y el estado de las disciplinas filosóficas y humanísticas, que definía como "fruslerías" que nos "vendieron por conocimientos", y que sólo conducían a "una profunda ignorancia de todo lo que nos rodea, y del verdadero camino del saber".

En las sesiones de la Real Sociedad Económica de Sevilla entró en contacto con las matemáticas a través del científico francés Pierre Henry, quien le dio a conocer las fuentes matemáticas más avanzadas de la Europa del momento. Asimismo, a través de su pariente José Rebollo, catedrático de matemáticas del Real Colegio de San Telmo de Sevilla, adquirió gran destreza en los cálculos astronómicos de navegación y de cartográfica.

Pertrechado con estos conocimientos marchó a Madrid donde frecuentó los Reales Estudios de San Isidro, nudo de la intelectualidad de la época y donde pronto destacó por su erudición y reformismo. Sus conocimientos científicos, amén de sus buenas relaciones sociales en la Corte, le facilitaron el acceso a un puesto como profesor en la Casa de Pajes del Rey en Madrid. Adquirió fama de "pedagogo moderno", de tal forma que el poderoso teniente general José de Mazarredo le encargó un informe sobre la futura educación de su hija. Así nació uno de los textos más singulares de Morales, en el que reflexionaba sobre la educación de las mujeres. Muy avanzado para su tiempo, el citado tratado combatía la enseñanza del latín, salía en defensa de la renovación de la educación y criticaba duramente el formato escolástico de la docencia.

De sus años en la Corte datan dos de sus obras más singulares. En primer lugar, la revisión y edición de las tablas de navegación del capitán de navío sevillano Mendoza Ríos, destinada a convertirse en la obra capital europea en torno a los cálculos astronómicos de navegación, tras ver la luz en 1800. En segundo lugar, la publicación en 1797 de la ‘Memoria matemática sobre el cálculo de la opinión en las elecciones', obra que bien merece la inclusión del onubense entre los matemáticos más innovadores de la Ilustración española. En ella, Morales proponía un nuevo sistema electoral más proporcional para elegir a los nuevos académicos por votación que fue muy bien recibido en diversos círculos ilustrados de Francia y Gran Bretaña, así como objeto de distintas ediciones y traducciones.

Con todo, quizá su ‘Memoria sobre la Libertad de Imprenta' debe ser valorada como su obra más trascendental. El texto fue redactado a petición de Jovellanos, ya de vuelta en Sevilla, a la que Morales había regresado para ocupar la dignidad de racionero de la catedral de Sevilla y el cargo de administrador del hospital del Espíritu Santo. La Memoria circuló ampliamente por la zona patriótica, convirtiéndose en el precedente del famoso decreto de 10 de noviembre de 1810 por el que las Cortes de Cádiz renunciaron a la censura previa, salvo en materia religiosa.

Ante la llegada a Sevilla de las tropas napoleónicas comandadas por el Mariscal Soult, Morales optó por no abandonar la ciudad rumbo a la Real Isla de León. Esta decisión fue un viaje político de no retorno. Su colaboración activa con el duque de Dalmacia, su participación en la comisión josefina que buscó negociar la rendición del reducto patriótico gaditano, su aceptación de la Real Orden de España, su juramento a José I y la lectura de su sermón con el que se celebró el cumpleaños de Bonaparte en Sevilla, cayeron sobre él como una losa durante siglo y medio. Pronto Morales se convirtió en objeto de mofa para sus contemporáneos - quienes lo bautizaron en múltiples publicaciones satíricas como "el doctor jarabes" -, desprecio que se tornó en anonimato y olvido con el paso del tiempo.

Con la derrota napoleónica llegó el largo viaje hasta París y el penoso exilio marcado con la etiqueta de "traidor". Ni siquiera logró acogerse a la amnistía de febrero de 1818 ya que quedaron excluidas de ella todas las dignidades eclesiásticas que hubieran colaborado con José I, como fue su caso.

Fallecido en soledad y absoluta pobreza el 26 de octubre de 1818 su tumba, jalonada por el epitafio que probablemente redactó Moratín, ha sido descubierta recientemente en el cementerio Piere Lachaise de París por Manuel José de Lara Ródenas, hallazgo que ha puesto el colofón a esta exhaustiva investigación que ahora publica el Centro de Estudios Andaluces.

"José Isidoro Morales, primero patriota y luego afrancesado, eligió dos veces en un momento en el que ninguna elección era la correcta en términos de política ni de moralidad y en el que únicamente el resultado final de la guerra iba a construir la explicación general de lo que había ocurrido y ofrecerle a la historiografía romántica las claves de quiénes tenían de su parte la razón. En mitad de la tormenta, debió pensar que se hallaba en la cara adecuada del prisma y no tuvo carácter o visión de conjunto para guardar la ropa, como otros hicieron. A muchos les pasó lo mismo, entre ellos, los de mayor altura intelectual de la España de la época. Vilipendiado por los liberales y luego por los absolutistas, que superpusieron a su nombre un velo de olvido, el camino del exilio le condujo -como probablemente él sabía - a la periferia de la historia. Al final, José Isidoro Morales quiso vivir una vida y vivió varias. Su lápida en París indica el lugar adonde todas ellas llegaron", concluye Manuel José de Lara Ródenas.

El autor

Manuel José de Lara Ródenas es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Huelva, director del Centro de Estudios Húngaros y académico correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Como historiador de la cultura, ha publicado una decena de libros dedicados principalmente al estudio del Barroco y la Ilustración, entre los que se encuentran ‘La Ilustración en las sacristías' (1998); ‘La muerte barroca' (1999); ‘Estructura social y modelos culturales durante el Antiguo Régimen' (2000), que recibió el Premio de Investigación Díaz del Moral en Historia social; y ‘Contrarreforma y bien morir' (2001).

En el género biográfico, ha publicado ‘Un heterodoxo en la Huelva de la Ilustración: Miguel Ignacio Pérez Quintero' (1995); ‘José Isidoro Morales, un matemático en la Corte de Carlos IV' (2001); y tiene en prensa ‘Los trabajos y los días de Lorenzo Cruz de Fuentes'. Ha dirigido la obra colectiva ‘Releyendo. Estudios de lectura y cultura' (2015).

Colección Biografías AH      

El Centro de Estudios Andaluces edita desde el año 2003 la revista de divulgación histórica ‘Andalucía en la Historia'. Escrita por historiadores y con 53 números en la calle, su combinación de rigor, estilo accesible y buena factura gráfica ha convertido a esta publicación en un referente para las personas interesadas en conocer la historia de nuestra tierra. Siguiendo este mismo esquema de dar a conocer al gran público las investigaciones que están realizando los historiadores andaluces, la Fundación puso en marcha el año pasado una nueva colección que, bajo el nombre de ‘Biografías AH', tiene como objetivo recuperar la biografía de aquellos personajes relevantes de nuestro pasado, cuya historia ha quedado a menudo relegada a un segundo plano.

El primer título de la colección fue ‘Beatriz Pacheco y la Andalucía de los Reyes Católicos', obra  del medievalista Juan Luis Carriazo Rubio. Este volumen recupera la biografía de Beatriz Pacheco (m. s. XV-Carmona 1511), "la triste duquesa". Hija del todopoderoso Juan Pacheco - un personaje fundamental en la historia de Castilla de la segunda mitad del siglo XV - Beatriz estuvo a punto de convertirse en la mujer de Fernando el Católico. Finalmente se casó con Rodrigo Ponce de León, conde de Arcos de la Frontera y marqués de Cádiz, convirtiéndose en una pieza clave para reforzar la Casa de los Ponce de León frente a la de Medina Sidonia.

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