28 ene 2019

“El mapa autonómico de la España actual es consecuencia de las firmas que estamparon los políticos andaluces en la ciudad de Antequera”

Por Esther García

Primer presidente de la Junta de Andalucía, Plácido Fernández Viagas está considerado como una figura clave en la historia reciente de Andalucía. Bajo su mandato posibilitó el pacto de consenso por el que las once fuerzas políticas con presencia en la convulsa Andalucía de la Transición se comprometían a conseguir juntos la Autonomía plena para la región, el Pacto de Antequera. Rubricado el 4 de diciembre de 1978, fue la carta de naturaleza que sentaría las bases del referéndum del 28 de febrero de 1980 y el camino hacia la ratificación del primer Estatuto de Autonomía de Andalucía, el 30 de octubre de 1981.

Pese a ser el “artesano del consenso”, resulta paradójico que la figura de Plácido Fernández Viagas no sea ampliamente conocida. La investigación de Lola Villa Lama, de la Universidad de Sevilla, galardonada con el Primer Premio Tesis Doctoral del Centro de Estudios Andaluces, en su decimocuarta edición, no sólo profundiza en la figura y legado del juez y político, sobre el que estaba pendiente hacer una biografía seria y rigurosa, sino que también supone una aportación significativa al conocimiento del primer gobierno preautonómico y de la Transición política en Andalucía.

La biografía no es un género que se cultive con frecuencia en las tesis doctorales, ¿por qué una sobre Plácido Fernández Viagas? 

Siempre me impresionaron algunos de los consejos que Lucien Febvre daba a los jóvenes historiadores cuando tenían como tarea “dibujar la curva de un destino que fue sencillo pero trágico”, entonces, había que “situar con precisión los puntos verdaderamente importantes por los que pasó bajo la presión de las circunstancias, mostrando cómo su impulso primero tuvo que amortiguarse y su trazo primitivo desviarse”. Por ello, siguiendo sus consejos, he planteado a propósito de un hombre de “una singular vitalidad y significación” como Plácido el problema de las relaciones del individuo con la colectividad, “de la iniciativa personal con la necesidad social, que es, tal vez, el problema capital de la historia”. Tal ha sido mi intento al realizar la presente tesis. El estudio de su trayectoria individual ha sido una manera de abordar el estudio de uno de los momentos más importantes de la reciente historia de España y de Andalucía. Al hacerlo a través de una biografía se ha dado por hecho que la acción de un individuo es irreductible a una relación causal, y que, sin su voluntad, los acontecimientos podrían haber sido otros. Por lo tanto, aunque he hecho un estudio sistemático y pormenorizado de los principales acontecimientos de la época y de sus documentos, se ha pretendido presentar la historia desde el vehículo que la define y la hace: el individuo.

Del primer presidente del gobierno preautonómico andaluz se conoce sobre todo su contribución trascendental al consenso de la clase política andaluza rubricado en el Pacto de Antequera, piedra angular del proceso autonómico andaluz, en un contexto difícil en plena efervescencia por el debate autonómico. ¿Cómo se gesta este acuerdo crucial para la historia contemporánea de Andalucía?

Si bien Plácido Fernández Viagas fue el “artesano del consenso”, como así se le llamó al presidente en la revista Triunfo, fue el Partido Demócrata Cristiano andaluz el que primero ideó un pacto andaluz casi en los mismos términos que el de Antequera. El 31 de agosto de 1978, algunos medios de la prensa andaluza publicaron un manifiesto de la DCA en el que se proponía un Pacto Andaluz. “Por un Pacto Andaluz. Manifiesto de la Democracia Cristiana”, titulaba Diario Sur. En este manifiesto se consideraba que la dependencia de algunos partidos a sus ejecutivas centrales era un problema grave para Andalucía. Afirmaba que aunque estuvieran defendiendo la autonomía, existía una actitud favorable del Gobierno central con Cataluña y País Vasco y una cicatería con Andalucía. Al Estatuto andaluz le esperaba un “camino largo, laborioso y lleno de dificultades”, según el proyecto constitucional. 

Como afirmaban miembros del Partido Socialista de Andalucía (PSA), lo que se podía haber arreglado en el Congreso y en el Senado, se intentó arreglar por parte de los socialistas andaluces a través del Pacto de Antequera. Acosta Sánchez, en un artículo que publicó en la revista Triunfo a mediados de septiembre de 1978, y que tituló “Discriminación constitucional y social de Andalucía”, explicaba las graves consecuencias que traería el artículo 143 de la Constitución al proceso autonómico andaluz. 

Fernández Viagas era un asiduo lector de esta revista y tuvo que leer el artículo de este profesor andalucista. Este declaraba que la nueva constitución imponía unas condiciones mucho más duras para comenzar el proceso autonómico a aquellas regiones que no habían refrendado sus estatutos durante el periodo republicano. 

Plácido Fernández Viagas propuso el Pacto de Antequera influido por estas circunstancias. El presidente llevó la propuesta a la opinión pública el día 3 de octubre de 1978. Se trataba de que todas las fuerzas políticas y sociales de Andalucía se pusieran de acuerdo “acerca de la extensión y el ritmo” del desarrollo autonómico. El acuerdo debía exigir “el acceso a la autonomía plena, en condiciones de igualdad con los otros pueblos del Estado español”. 

El primer Gobierno Preautonómico no sólo fue importante por su simbolismo y su acción testimonial, también lo fue como instrumento para coordinar todo el proceso autonómico posterior, porque el Pacto de Antequera, uno de los momentos fundamentales de la historia reciente de Andalucía, hizo posible que se consiguiera la autonomía plena y en el plazo de tiempo más breve posible, como así lo había previsto Fernández Viagas en el texto originario del pacto. El mapa autonómico de la España actual es, en gran medida, consecuencia de aquellas firmas que estamparon los políticos andaluces en la ciudad de Antequera.

En definitiva, Plácido Fernández Viagas fue quien promovió y asumió la responsabilidad de ese pacto histórico andaluz. Él también había participado en otros acuerdos esenciales de la Transición: en las negociaciones de los Pactos de la Moncloa, en la comisión sobre la Ley de la Amnistía y en la comisión constitucional. 

En su tesis aborda el concepto de “ciudadanía andaluza” impulsado por Fernández Viagas, ¿en qué consiste?

Desde los griegos, la ciudadanía está asociada a la identidad que una persona adquiere por su pertenencia a un territorio. Para Aristóteles, además, el ciudadano es aquel con capacidad de participar en la política, y esto significa que su acción tiene que encaminarse a la consecución del bien común. Pero la ciudadanía a la que me refiero es la ciudadanía actual, la entendida como el conjunto de derechos civiles, políticos y sociales, junto con los deberes, que una persona tiene por pertenecer a un Estado. Los andaluces somos ciudadanos españoles pero también somos ciudadanos andaluces. Nuestros derechos y deberes se encuentran en la Constitución española pero estos se concretan y amplían en el capítulo II de nuestro Estatuto de Autonomía. 

Quizá sea por el escaso tiempo que se mantuvo en el cargo como presidente del primer gobierno preautonómico, apenas año y medio, o por el acelerado desgaste político que sufrió debido al turbulento clima que vivía Andalucía en 1978, en plena efervescencia por el debate autonómico, el legado de Fernández Viagas no ha sido suficientemente reivindicado, ¿fue víctima de su tiempo?

Fue víctima de la praxis política. Porque su paso por ésta fue circunstancial. Una personalidad como la suya no pudo sustraerse a participar en la construcción de la España democrática, pero, al mismo tiempo, a volver a la judicatura cuando la política empezó a exigirle obligaciones y compromisos que ponían en peligro su libertad. Cuando llegó el momento de una política más pragmática que ideológica, no dudó en marcharse. Porque aunque socialista nunca fue un hombre de partido. Uno de sus personajes teatrales favoritos fue el Baco de Cousteau, y lo fue porque se identificaba con sus palabras cuando éste afirmaba: “Yo no soy un hombre de partido, porque para serlo sería preciso traicionar a mi alma libre con nuestro partido o traicionar a nuestro partido con mi alma libre“.

El olvido o desconocimiento de su aportación a la historia de Andalucía creo que es, más bien, por el desconocimiento general de la historia. De todas formas, considero que es necesario que las instituciones académicas y educativas reivindiquen para los jóvenes el estudio de determinados acontecimientos históricos por su carácter ejemplar. La vida de Plácido Fernández Viagas tiene cierta dosis de ejemplaridad. Y no sólo por el paradigma que pueda suponer su vida en cuanto al ejercicio de la ciudadanía, por su lucha contra la injusticia y su honradez como político, también, sobre todo, por la conducta ejemplar de las acciones colectivas en las que participó. No todo acontecimiento histórico puede convertirse en ejemplo moral. La Transición española y andaluza, y el Pacto de Antequera como concreción, sin embargo, sí que tiene todos los ingredientes ético-políticos para serlo. También debería ser un paradigma moral el espíritu rebelde, valiente y comprometido de los que lucharon contra la dictadura franquista, que se ha personificado en esta tesis en Fernández Viagas.

“Un hombre de bien” como lo definió su sucesor Rafael Escuredo. Juez, escritor, articulista, político… Fernández Viagas fue un hombre de sólidos principios éticos sobre los que cimentó su carrera y también su vida familiar, ¿qué aporta esta tesis de su lado más humano?

Su lado más humano lo encontramos en todas esas facetas de su vida. Plácido Fernández Viagas fue un hombre en todo el sentido de la palabra: honrado, comprometido con sus semejantes, desprendido, rebelde, inteligente, de conducta intachable, insobornable…

 

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