Con la edición de Andaluces en los campos de Mauthasen, la Fundación Centro de Estudios Andaluces quiere homenajear a aquellos héroes anónimos a los que su defensa de los ideales democráticos y republicanos convirtió en víctimas del nazismo. El propósito de esta obra es, por tanto, restaurar la memoria perdida de los más de mil andaluces cuyas vidas aciagas se perdieron en el horror de los campos de exterminio de la Alemania nazi, a miles de kilómetros de su paisaje natal y de sus seres queridos. Los testimonios recopilados por los autores -Sandra Checa, Ángel del Río y Ricardo Martín-, revelan que, varias décadas después, todavía en muchos hogares y pueblos andaluces se ignora la dramática suerte que corrieron estos vecinos tras su deportación o su desaparición. Y es que, como afirma en su prólogo el psiquiatra Carlos Castilla del Pino, "la ferocidad nazi, solapada con la implacable dictadura franquista, duró tanto que muchos de los que la padecieron, incluso muchos que supieron del padecimiento del padre, la madre, el hermano o el vecino, murieron sin poder ofrecernos su versión, porque mientras vivieron estuvieron obligados al silencio".
Este apasionante libro, que reúne documentos históricos, investigaciones sociológicas, testimonios de vida, biografías y magníficos retratos, comprende además una ardua relación de los andaluces deportados a los campos de exterminio. Esta lista tiene como particularidad que no sólo aparecen en ella los que perdieron la vida en Mauthausen y sus campos anejos sino también los supervivientes y los trasladados a otros campos.
Los autores de Andaluces en los campos de Mauthasen señalan que aproximadamente 1.500 andaluces fueron deportados a los campos de concentración nazis y que dos de cada tres encontraron allí la muerte. La mayoría fallecieron en Gusen, el subcampo de Mauthausen donde fueron destinados los republicanos españoles. El primer español muerto allí fue precisamente un andaluz de Fuengirola (Málaga), José Marfil Escabona, matriculado con el número 3.394. Tenía 52 años cuando falleció el 26 de agosto de 1940 y el grueso de los deportados españoles le dedicó un valiente y emotivo minuto de silencio, del que se hace eco este libro por su honda trascendencia. Los presos querían simbolizar con él que, aunque les habían dado un número y arrebatado el nombre al entrar en Gusen, no se habían convertido en animales sin memoria.
En cuanto al perfil del deportado andaluz, este libro revela que se trata de un hombre joven, entre los veinte y los treinta años, que combatió en la guerra española, cruzó la frontera francesa tras la caída de Cataluña, formó parte de la masiva columna de hombres y mujeres desesperados que huían del terror fascista en el frío invierno de 1939 y que acabó en Francia en un campo de refugiados. El origen social preponderante es el campesinado. En cuanto a su procedencia, fueron mayor en número los republicanos de Málaga, seguida de Almería y Granada. En proporción con sus habitantes, las ciudades de Cádiz, Huelva, Jerez, Sevilla y Córdoba, que pronto quedaron ahogadas en territorio rebelde, tuvieron un número muy bajo de deportados. Resalta, sin embargo, la localidad de Posadas, con hasta 24 deportados.
Unos quinientos andaluces fueron liberados de Mauthausen pero su suerte está aún por esclarecer, ya que una gran mayoría se quedó a vivir en Francia y allí murió en el más absoluto olvido por parte de sus paisanos. Apenas cinco localidades andaluzas, concluyen los autores, han rememorado ese sacrificio de sus paisanos: Zujaira, en Pinos Puente (Granada), Almería y Posadas (Córdoba).
Este libro tiene su punto de partida en la visita que, con motivo del 60 aniversario de la liberación de Mauthausen, realizaron algunos supervivientes españoles junto con familiares y militantes de la memoria al campo de concentración, hoy convertido en Memorial. La representación institucional, en el que ha sido el homenaje más contundente a las víctimas republicanas en Mauthausen, estuvo encabezada por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. La presencia andaluza fue también significativa: estuvieron presentes el superviviente cordobés Alfonso Cañete, residente en París; la consejera de Gobernación de la Junta de Andalucía, Evangelina Naranjo, así como el comisario para la Recuperación de la Memoria Histórica , José María Romero. Todos los participantes se comprometieron a transmitir el recuerdo de las víctimas y ese espíritu alienta esta obra.
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