El río Guadalquivir atraviesa Andalucía desde Cazorla a Sanlúcar de Barrameda en el océano Atlántico, en un recorrido de 657 kilómetros durante el que suma afluentes -como el poderoso Genil- que parten de las sierras que lo flanquean, de tal manera que toda la cuenca cubre un área de 57.527 km2. En sus aguas se miraron fenicios, iberos, romanos, musulmanes, cristianos... nosotros. Por su cauce transitaron tanto mercancías -aceite de la Bética, plata de las minas, especias de Oriente, oro de las Indias, libros, cuadros, madera de los bosques de Jaén, etc.- como personas: bárbaros, vikingos, navegantes, viajeros, guerreros, comerciantes... Fuente de riqueza para el riego de cultivos y dehesas, pesquerías, impulso de molinos harineros, serrerías y batanes, así como generador de energía hidroeléctrica, también lo ha sido de zozobra para sus vecinos, ya que sus crecidas asolaban todo a su paso.
El nuevo dosier de la revista Andalucía en la Historia recorre la historia de este cauce desde una doble perspectiva: cultural y económica. Siete expertos, coordinados por el profesor de Historia de la Arquitectura de la Universidad de Sevilla José Peral López, narran la historia del río, de los pobladores de sus márgenes, su patrimonio y su riqueza.
Primero conocido como Tartessos, y después como Baetis, las fértiles orillas del río Guadalquivir fueron el lugar elegido para establecer numerosos asentamientos de la Antigüedad. Cartagineses, fenicios, iberos, túrdulos, turdetanos y romanos hicieron uso de sus aguas para conquistar territorios, negociar y transportar mercancías, como los metales procedentes de las minas de la Bética y el codiciado aceite de oliva que embarcaba en millares de ánforas rumbo a Roma, según explica el catedrático de Historia Antigua de la Hispalense, Genaro Chic.
La importancia del río como vía de comunicación e intercambio se acrecentó a partir del siglo XIII, avanza en la revista el medievalista Antonio Collantes de Terán Sánchez, merced a la integración de Andalucía en la Corona de Castilla. La reordenación de los grandes ejes del comercio internacional entre el Atlántico y el Mediterráneo, posicionaron al Estrecho de Gibraltar como punto de conexión situando a Andalucía en un lugar estratégico. De este modo, Sevilla y su puerto, situado aguas arriba y protegido de las incursiones, se convirtieron en estas fechas en la mayor ciudad de la Corona de Castilla, por volumen de población, y en uno de los centros económicos más importantes de Europa, con una nutrida presencia de mercaderes, muchos de ellos extranjeros. Esto contribuyó a que, en 1503, los Reyes Católicos instalaran en Sevilla la Casa de la Contratación, convirtiéndola así en puerta y puerto de las Indias, como explica en la publicación la investigadora de la UNED Marina Alfonso Mola.
A estudiar el río como recurso económico de primera magnitud dedican sus textos la profesora de Historia Moderna de la Universidad de Extremadura, María Amparo López Arandia y Carlos Arenas Posadas, profesor de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Sevilla. La primera desgrana la desconocida historia de la Provincia Marítima de Segura de la Sierra y del lucrativo negocio del transporte de troncos por aguas del Guadalquivir en pleno siglo XVIII, con destino a la construcción de la Fábrica de Tabacos de Sevilla y el Arsenal de la Carraca de Cádiz. Por su parte, el profesor Arenas recorre el desarrollo de la industria hidroeléctrica andaluza, desde sus modestos orígenes para consumo local a finales del siglo XIX, hasta la concentración empresarial del negocio la pasada centuria.
El río fue también fuente de preocupación para todos cuantos vivían en su extensa área de influencia. Fueron múltiples los intentos de los ilustrados de racionalizar su cauce, como explica Carlos A. Font Gavira (Archivo General de Andalucía). Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XX las administraciones no llevaron a cabo las obras necesarias para evitar las riadas que asolaban viviendas, negocios, campos e infraestructuras. Algunas de estas crecidas son narradas por el profesor Jesús Solís Ruiz (Universidad de Sevilla).
Por último, el coordinador de este singular monográfico, José Peral, vadea el río reivindicando sus numerosos puentes, unas estructuras arquitectónicas cuyo carácter funcional ha ocultado muchas veces su valor patrimonial, ya que, hasta la aparición de hormigón y el hierro en sus entramados, hemos tendido a verlos, simplemente, como lugar de paso y no como obra de arte.
Entre sus artículos, el último número de la revista ‘Andalucía en la Historia', correspondiente a los meses de octubre a diciembre de 2018, incluye textos sobre las tablillas con maldiciones procedentes de la Bética romana; el federalista Ramón de Cala y Barea; la prostitución en Málaga en plena posguerra; el escritor Fernando Quiñones en el año en que se cumple el vigésimo aniversario de su muerte; el singular humorista gráfico Andrés Martínez de León, la pionera del periodismo y el feminismo Carmen de Burgos, el impacto de Mayo del 68 en la Universidad Andaluza y el fondo bibliográfico Hazañas.
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