En abril de 711, un contingente formado por unos 18.000 combatientes, a las órdenes de Tariq ibn Ziyad, lugarteniente del gobernador del Norte de África, Musa ibn Musayr, se trasladó a Gibraltar desde Ceuta y Tánger, dando inicio a la conquista musulmana de la península Ibérica. Tras la batalla del Guadalete en julio de ese mismo año, en la que supuestamente murió el último rey visigodo, don Rodrigo, se sucedieron distintas expediciones contra los principales núcleos urbanos que, uno tras otro, fueron cayendo en manos de los conquistadores: a Écija, Córdoba y Toledo, siguieron Sevilla, Mérida, Niebla, Zaragoza, Pamplona y Lugo.
De este modo, en tan sólo siete años los conquistadores habían dominado casi toda Hispania, territorio al que pronto pasaron a llamar al-Andalus, dando origen a una sociedad árabe-islámica clásica, que estuvo en vigor a lo largo de ocho siglos. Justo cuando se cumple el 1.300 aniversario del desembarco de Tariq en Algeciras, el nuevo número (31) de la revista Andalucía en la Historia, editada por el Centro de Estudios Andaluces, dedica su tema central a este episodio fundamental de nuestra historia.
A pesar de su importancia, este capítulo de nuestro pasado, que va del año 711 al 718, sigue siendo muy poco conocido. Además, su estudio ha quedado alterado en demasiadas ocasiones por interpretaciones mixtificadoras, que han basculado desde el desprecio a este periodo tachado de “catastrófico” a su idealización como “época dorada” de nuestro pasado. Para dar a conocer las claves de la conquista islámica, el coordinador del nuevo dosier de Andalucía en la Historia, el profesor de la Universidad de Huelva Alejandro García Sanjuán, ha convocado a cuatro profesores: Eduardo Manzano Moreno (CSIC), quien explica los hitos y las causas de la conquista militar de la península; Carlos de Ayala Martínez, de la Universidad Autónoma de Madrid, encargado de recorrer las fuentes latinas de la conquista; el arabista de la Universidad de Sevilla, Rafael Valencia, quien describe las fuentes árabes; Jesús Lorenzo, de la Autónoma de Barcelona, responsable del análisis de los escasos vestigios arqueológicos de estos años. Para finalizar, el propio Alejandro García Sanjuán se detiene en los debates historiográficos y políticos generados en torno a este episodio.
Como novedad, y con motivo de los 30 años de la aprobación del Estatuto de Autonomía de Andalucía, la revista inaugura una sección dedicada al estudio de los lugares, personajes y fechas de la Autonomía andaluza con sendos artículos. El primero de ellos, firmado por Eduardo González de Molina, repasa sus hitos históricos que han jugado un papel decisivo en el proceso autonómico andaluz, desde la Revolución Gloriosa de 1868 hasta la consecución del autogobierno ya en la Democracia. El segundo, escrito por Juan Cano Bueso, está dedicado a Rafael Escuredo y al referéndum del 28-F.
La sección de artículos del nuevo número de Andalucía en la Historia reúne distintas colaboraciones dedicadas a: el hallazgo e interpretación del colgante fenicio de Trayamar del Museo de Málaga; la esclavitud en la Andalucía del Siglo de Oro; el brote de peste en la Granada de 1600; la profesionalización de los espectáculos flamencos; el Oratorio de San Felipe Neri; el clamor contra la pena de muerte en la Córdoba de principios de siglo XX; los cien años de vida de la CNT en Andalucía; la catedral de Granada; la Gazeta de Ayamonte, primera publicación periódica de la provincia de Huelva y los éxitos de la bella Dorita.
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