A comienzos de los años setenta, en Cataluña vivían 840.000 personas nacidas en Andalucía. Si a esta cifra añadimos los hijos nacidos ya en Cataluña, el total supera ampliamente el millón cien mil personas. Es decir: cerca de la mitad del total de andaluces que salieron de su tierra en pos de un futuro mejor – más de dos millones de personas- se instalaron en Cataluña. La magnitud de este fenómeno en los años sesenta y setenta fue tal que hubo quien dio en bautizar a Cataluña como “la novena provincia andaluza”. Tanto la importancia cuantitativa de esta migración, como sus características sociológicas y culturales específicas, han motivado que el último número de la revista Andalucía en la Historia, editada por el Centro de Estudios Andaluces, haya dedicado su dosier central a este movimiento de población.
Y es que todos, o casi todos los andaluces, tenemos un familiar o amigo que vive o ha vivido en Cataluña. Pero a pesar de ello es poco lo que conocemos de este episodio tan reciente de nuestra historia. ¿Cuándo y cuántos se marcharon? ¿Por qué se fueron? ¿Cómo fue su llegada? ¿Consiguieron rápidamente un trabajo y una vivienda dignos? ¿Cómo fueron recibidos por las autoridades franquistas y por sus vecinos? ¿Se integraron rápidamente en la ciudad o fue la convivencia muy compleja? ¿Por qué la mayoría no regresó? Éstas son algunas de las preguntas a las que trata de responder este dosier, coordinado el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Martí Marín Corbera.
Los almerienses fueron los primeros andaluces en emigrar. La crisis de la minería y el retroceso en el sector de la uva de mesa llevó a que, ya en la temprana fecha de 1920, más de 40.000 almerienses se hubiesen visto obligados a emigrar, preferentemente con destino a Cataluña. Fueron los pioneros, pero no los únicos. Corrían los años cuarenta y Andalucía estaba sumida en la pesadilla de la posguerra. La pobreza y el hambre, pero también la represión política, motivaron una lenta pero constante llegada de emigrantes procedentes de toda Andalucía a Cataluña. Ni siquiera la política sistemática de expulsión de emigrantes llevada a cabo por las autoridades franquistas en los años cincuenta - entre 1950-55 Barcelona deportó a más de 15.000 emigrantes, muchos de ellos andaluces- consiguió detener este flujo. La corriente migratoria se disparó hasta cotas nunca vividas a comienzos de los años sesenta.
La revista incluye también una serie de artículos de diversa temática que recorren distintos periodos de la historia de Andalucía. El primero de ellos está dedicado al singular y reciente hallazgo de un conjunto de ídolos prehistóricos (siglo III a.C) del yacimiento onubense de La Orden-Seminario. Por vez primera, los ídolos fueron hallados en el contexto en el que fueron enterrados –hasta ahora habían aparecido ídolos de forma aislada-. Entre las figuras encontradas por los arqueólogos onubenses aparecieron siete ídolos, decorados con ojos-soles, cejas y tatuajes faciales que ahora están siendo restaurados en el Museo de Huelva.
Otro artículo narra la condena de la hechicera montillana La Camacha, maestra en el arte de conjuros que fue procesada y desterrada por la Inquisición y cuyas hazañas mágicas pasaron a la historia al ser inmortalizadas por Cervantes en El coloquio de los perros.
El estado “lamentable” en que se encontraba Córdoba en el tránsito del Antiguo Régimen a la modernidad aparece reflejado en un artículo que toma como fuente el informe que escribió el corregidor Quiroga que, tras abandonar la urbe tras un mandato de cinco años a finales del siglo XVIII, daba cuenta de los problemas que acechaban a la ciudad sobre todo a causa de la “codicia de los terratenientes” que la habitaban.
Ya en el siglo XX, la revista pone dos crisis económicas en perspectiva comparada: la de 1929 y la de 2008. Dos momentos de recesión sin precedentes que guardan semejanzas y diferencias que quizá sean útiles para afrontar la actual coyuntura. También analiza los mecanismos utilizados por el régimen franquista en la posguerra para poner coto al “relajamiento moral” que a su modo de ver estaba dificultando que las mujeres cumpliesen su labor de “educadoras y madres de la patria”.
Un repaso a la figura del político onubense Miguel Tenorio de Castilla –secretario oficial y amante de la reina Isabel II-, los castillos de la provincia de Cádiz, los almacenes de grano de Andalucía y los mapas de Andalucía que levantaron los Nazis y los Aliados durante la II Guerra Mundial completan este número de la revista. Entre las secciones fijas de el número 28 de AH destaca el debate sobre el papel protagonista jugado por Sevilla y/o por Cádiz en el nacimiento del liberalismo, las habituales reseñas de libros y una historia enviada por la lectora María del Mar Ibáñez en la que aparece Julio Romero de Torres
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