La visión deformante de la imagen tópica y exótica de una Andalucía de gitanos, toreros y bandoleros, construida y transmitida por los viajeros románticos durante el siglo XIX, ha arraigado profundamente en el imaginario colectivo sobre Andalucía. Tanto ha sido así que propios y extraños han terminado por creérsela. Hace ya cuarenta años, el gran historiador británico Eric Hobsbawm -referente indiscutible de la Historia Social en la Europa Contemporánea- fue uno de los responsables en la acuñación del prototipo de bandido social. Entendía como tales a los bandoleros que, a modo de Robin Hood, encarnaban un estadio de rebeldía "primitiva" y "prerrevolucionaria" contra un orden social injusto, representado por el poder arbitrario de los monarcas, los señores feudales o los propietarios de la tierra. Arrojados fuera de la ley por un acto de injusticia radical, estos "rebeldes primitivos" adquirían la dimensión épica del héroe popular aclamado por los menesterosos como paladín de su causa frente a la opresión de los poderosos.
Desde entonces, se ha dado por sentado que la aparición del bandolerismo andaluz no tuvo lugar hasta finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, vinculándose por tanto a la crisis del Antiguo Régimen. Sin embargo, recientes investigaciones revelan la existencia de casos de bandolerismo en Andalucía desde mucho antes de esta época reseñada. El dosier del número 56 de la revista ‘Andalucía en la Historia', coordinado por el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Sevilla, Juan José Iglesias, profundiza en los orígenes del bandolerismo andaluz. Se constata así la presencia de bandidos que sembraban el terror entre la población y que cometían todo tipo de abusos y tropelías. Frente al bandido social, reaparece en los documentos, por tanto, el bandido antisocial.
Ladrones y salteadores de caminos en la Bética; cristianos desarraigados causando estragos en las fronteras de Granada y Portugal -conocidos como golfines-; bandidos moriscos -los monfíes- enfrentándose al ejército en las Alpujarras, y varias partidas de bandoleros en las sierras de Málaga, además de alcaldes del crimen, corregidores y militares, pueblan las páginas de un dosier que bucea en las distintas formas de criminalidad de la Andalucía antigua, medieval y moderna.
Asimismo, la revista, correspondiente a los meses de abril-junio, publica artículos sobre los orígenes conversos de Cervantes, los 300 años de la fundación de la masonería, la biblioteca silenciada de Riotinto, los Neve, el cuarto centenario del nacimiento de Murillo, la vida de Luis Gálvez -fundador del Estado de Acre en Brasil-, el archivo del Mayordomazgo de Sevilla y los cien años de la Hispano-Aviación.
Mención especial merece el homenaje que se le tributa al historiador Juan Antonio Lacomba, estudioso de la figura de Blas Infante y uno de los fundadores de los estudios modernos de historia económica en Andalucía.
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