El Siglo de Oro, el largo periodo histórico que va desde el descubrimiento de América en 1492 a la peste de 1649, fue, como es bien conocido, una etapa de crecimiento económico, aumento de la población y esplendor cultural en Andalucía. Sin embargo, también fue una época en la que se agudizaron las diferencias entre ricos y pobres, se produjo un aumento de la pluviosidad y el frío en lo que se ha venido a denominar la “pequeña edad de hielo” con las consecuentes pérdidas de cosechas y hambrunas, y en la que hubo numerosos conflictos sociales y resistencias cotidianas a las normas rígidamente establecidas.
El dosier del último número de la revista ‘Andalucía en la Historia’ (AH 44, abril-junio de 2014) se acerca a la vida cotidiana de las personas que habitaban los principales pueblos y ciudades de Andalucía en el Siglo de Oro desde una perspectiva innovadora, que pone en evidencia que la sociedad andaluza fue mucho más rica y diversa abierta de lo que aparentemente pudiera presuponerse en una sociedad confesional en la que la Iglesia y las elites nobiliarias tenían la última palabra en materias de moral, justicia y fe. Como indica el coordinador de este monográfico, el director de la revista ‘Andalucía en la Historia’ y profesor de Historia Moderna en la Universidad de Córdoba, Manuel Peña Díaz, en este dosier se ha puesto el acento en lo que “había latente tras las reglas, tras lo aparentemente común o aceptado o lo que se escondía tras los roles, ya que los andaluces no fueron sujetos pasivos adocenados por los discursos oficiales”.
El monográfico estudia cómo se articularon las desigualdades económicas y la polarización social creando una sociedad en la que, en clara similitud con nuestra situación hoy, los ricos eran más ricos y los pobres más pobres; cuáles eran los sonidos (toques de campanas, pregoneros, etc.) que envolvían la vida cotidiana; cuáles eran los momentos en los que los andaluces salían a la calle para organizar rogativas para pedir el cese o el inicio de las lluvias o se reunían en las tabernas para, al calor del vino y la lumbre, poner en común experiencias cotidianas; con qué interés se recepcionaban las novedades que llegaban de América y de Asia; cuáles eran los impresos que, dejando a un lado los libros de moral y religiosidad popular tan abundantes en la época, eren vendidos y comprados por las calles y, por último cómo se amaba y se era amado más allá de lo que dictaba la Iglesia y las (buenas) costumbres.
Asimismo, entre los temas que se tratan en los artículos sueltos de este número de la revista se encuentran la vida en las villas de campo de la Bética; el papel que jugaron las mujeres que habitaron tras las celosías de la Alhambra; las formas de liberación de los cautivos en el norte de África; la biografía del canónigo antifranquista de la catedral de Córdoba Gallegos Rocafull y el bicentenario del Manifiesto de los Persas. Además de las habituales colaboraciones con el Archivo General de Andalucía y el Archivo Medina Sidonia, la revista incluye, entre otros contenidos, un homenaje al modernista Quisco de la Peña y una entrevista con el hispanista Clive Griffin.
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