Sin lugar a dudas, la institución u órgano de gobierno que más contacto directo ha tenido y tiene con los vecinos es el ayuntamiento o cabildo municipal. Responsables de la regulación, control y ejecución de múltiples aspectos de la vida cotidiana que afectan a todos los ciudadanos -abastecimientos, fiscalidad, festejos, seguridad, justicia, levas militares, arrendamientos, contrataciones, transporte, etc.- los ayuntamientos andaluces han gozado históricamente de una enorme autonomía, así como de un amplio plantel de competencias. No debe de extrañarnos, por tanto, que a lo largo de los siglos, el control de los cargos municipales se haya convertido en un obscuro objeto del deseo y en una pertinaz constante histórica.
Estos dos adjetivos, obscuro y pertinaz, ilustran bien el hilo conductor del dosier del último número de la revista ‘Andalucía en la Historia', correspondiente a los meses de enero a marzo de 2018: el sinfín de complejas fórmulas habilitadas a lo largo de las diferentes centurias por los monarcas, linajes familiares, oligarcas, partidos políticos o caciques para procurarse el control de los concejos. Como evidencia este monográfico, que arranca en el siglo XII y llega hasta el siglo XX, cambiaron los tiempos -de las Repoblaciones en el Medievo a la Edad Moderna, del Antiguo Régimen a la época Contemporánea- y también se modificaron los mecanismos -compra-venta de cargos, herencia de oficios, inflación de regidurías, clientelismo, pucherazos electorales, pactos rocambolescos, etc.-, pero la ambición por controlar los concejos se mantuvo inalterable.
Bajo el título ‘Merced, dinero, favores y votos. Los gobiernos municipales en Andalucía (1225-1979)', este dosier, coordinado por Jesús Manuel González Beltrán, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Cádiz, reúne a seis especialistas de las universidades de Almería, Córdoba y Cádiz, para dibujar el mapa con el que los protagonistas trataron de hacerse con el control de la institución municipal.
Así, como recuerda el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz, Rafael Sánchez Saus, en las ciudades andaluzas de realengo, tras una etapa de gran autonomía municipal que se refleja en la aprobación de fueros y la reunión de Cortes, se produjo una oligarquización del poder en connivencia con la Monarquía. Proceso que, sin embargo, no estuvo exento de conflictos materializados en enfrentamientos entre bandos de distintas casas nobiliarias. Fue en esa etapa en la que se instituyó la costumbre de que los puestos municipales se transmitiesen de padres a hijos, previa aquiescencia del rey.
Fue Carlos V quien, siempre necesitado de dinero para abordar sus empresas imperiales, dio un giro radical al sistema al pasar a vender los oficios públicos directamente al mejor postor. De este modo, señala el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba, Enrique Soria Mesa, y dado que los oficios preexistentes se mantuvieron, la nómina de cargos se multiplicó, un hecho que todavía fue más evidente cuando, en los reinados de Felipe III y IV, se produjo una colosal almoneda de nuevos cargos en grandes urbes -Granada, Jerez, Sevilla, Málaga, Antequera, Écija- y en otras localidades de rango menor - Guadix , Bujalance, Carmona, Loja, Baeza, Motril, etc. Entre los compradores, ricos labradores, extranjeros, moriscos y judeoconversos. "La venta de oficios probablemente fue -según indica el profesor Soria- la principal vía de progresión en la sociedad de aquellos años".
La llegada de la nueva dinastía Borbón, apunta el profesor González Beltrán, implicó la apertura de un nuevo paquete de reformas que, si bien mantuvo el acuerdo tácito entre la monarquía y las oligarquías locales y por lo tanto no cambió el modelo de organización municipal, sí trató de supervisar los recursos hacendísticos de los municipios y de establecer mecanismos para que los abusos y corruptelas pudiesen ser denunciados a las autoridades estatales. Es decir, se puso en marcha un programa de cambios con éxito relativo basado en la premisa de "reformar sin alterar".
La Constitución de Cádiz de 1812, con la aplicación de los principios de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, que exigía carácter representativo de los ayuntamientos, acabó con el heterogéneo panorama habían presentado los gobiernos municipales hasta entonces. Como indica el catedrático Diego Caro Cancela (UCA), con la vuelta al absolutismo desaparece esta reorganización del poder municipal, de tal modo que los ayuntamientos se encuentran más o menos subordinados al poder central, según hubiese gobierno moderado o progresista. Tras la gran autonomía alcanzada por estos poderes durante el Sexenio Democrático, la Restauración impuso el regreso de las oligarquías a los consistorios mediante la edificación de un sólido y longevo sistema caciquil y clientelar, que sólo fue cuestionado casi sesenta años después durante el advenimiento de la Segunda República, que llegó, recuerda el catedrático Rafael Quirosa-Cherouze (UAL), precisamente tras la celebración de las elecciones municipales en abril de 1931.
El último artículo del monográfico está firmado por la investigadora Mónica Fernández Amador (UAL) y recorre la vida municipal tanto en la dictadura, que se sirvió de los ayuntamientos para afianzarse en el poder e imponer la sumisión de la población, como en los primeros años de la Transición hasta la celebración de las primeras elecciones municipales de la actual democracia en abril de 1979.
Entre los artículos sueltos de este número de ‘Andalucía en la Historia' hay que citar los relativos al hallazgo arqueológico del puerto colombino de Palos de la Frontera desde donde partió la expedición colombina en 1492; las relaciones de sucesos o periódicos populares del Siglo de Oro y la inclusión en las mismas de fantásticas noticias sobre monstruos; los 300 años de la construcción del Arsenal de La Carraca; la vida y aventuras del comerciante americano asentado en Cádiz Richard Worsan Meade; la investigación llevada a cabo por el ejército español de las armas nazis, que ha sido hallada entre los fondos de la Fábrica de Artillería de Sevilla; los pioneros de la fotografía turística andaluza; la destrucción de Medina Zahara; los diseños de jardines de Forestier o las peripecias aeronáuticas andaluzas del aviador galo Henri Tixier.
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